jueves, 24 de mayo de 2018

Corrige tu camino

Cambiar la dirección es más sencillo que cambiar el destino. Claro que cuando cambias la dirección de inmediato cambias el destino, sin embargo, muchas veces en vez de enfocarnos en lo que sí podemos hacer, terminamos sufriendo haciendo hasta lo imposible por querer hacer los más grandes cambios en el menor tiempo posible.

Empecemos por lo que la mayoría de nosotros conocemos como el cuasi número uno en todos los propósitos... sí, ese propósito del que todos nos burlamos y pocos logramos... bajar de peso.

La razón por la que bajar de peso se convierte en el propósito que casi todos por no decir todos
hemos hecho, es porque fácilmente subimos de peso al no cuidar nuestra alimentación. Y aunque es uno de los propósitos más sencillos de hacer, lo convertimos en el destino más complicado de llegar.

Varias razones hay para complicarlo, la primera es porque estamos condicionados a querer todo rápido y sencillo, algo así como tocar una pantalla y que el programa nos haga bajar de peso. Dos, porque vivimos en una cultura de pastillas. Nos quejamos de las drogas, pero todos usamos algo para eliminar el malestar lo más rápido posible (lo mismo hacen las personas con adicciones, pero a ellos los satanizamos).

Cuando cambias la dirección, cambias el destino. Si tan sólo tomáramos más agua, comiéramos más verduras y menos porquerías, el cambio de dirección (comer más sano) nos fuerza a cambiar el destino. No hay manera de no mejorar nuestra salud y nuestro cuerpo con agregar más verduras a nuestra dieta. No es un cambio brutal y gigantesco. Hoy puedes empezar por agregar y comerte una ensalada y es seguro que el cambio comenzará. Sin embargo si debo de advertirlo, no es que el cambio se notará, las personas no te dirán que te ves más flaco o flaca, pero dentro de ti, lo sabes. Dentro de ti sabes que si mantienes este ritmo, día a día seguro el destino será mucho mejor.

Cuando corro, es mucho más sencillo llegar del punto A al punto B si mi mirada se mantiene enfocada hacia donde voy. Sería mucho más complicado correr si todo el tiempo mi mirada estuviera divagando y enfocada en todo menos a dónde quiero llegar. Y aunque puedo alegar que corriendo muchas veces no tengo un destino marcado, lo que sí tengo es la dirección. La dirección de salir a llenarme de energía y de nuevos aires. El destino que es la salud, llegará y está llegando con cada paso que doy, sin embargo lo importante es la dirección. Tan sencillo que sería caminar o quedarme viendo al televisión. El problema es que ese camino no me llevará a mi destino.

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Escrito por: Adrián Salama.

Licenciado en psicología humanista, maestro y doctor en psicoterapia gestalt por
Universidad Gestalt

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